Primero de la ESO es zona selvática.
Hoy ha faltado más de la mitad del grupo, pero con los que han venido íbamos bien despachados...Después de recoger literalmente del pasillo a algunos y esperar pacientemente el chorreo de críos que venían del wc (la operación ha durado entre 10 y 12 minutos) he intentado empezar. Las fichas que llevaba preparadas para hoy no eran sólo para colorear - he descubierto que los lápices Alpino© producen en la mayoría un efecto calmante - sino que también tenían que escribir algo, así que daba por hecho que la sesión iba a ser difícil.
Una niña, en primera fila, no para de pedir ir al baño, para lo cual opta por una especie de zéjel:
"Maestroooo, déjame ir al váter, que me meo.
Déjame ir al váter,(x2)
que me meo,
que me orino,
que me meo.
Déjame ir al váter (x2)"
Me asomo a la puerta a ver si queda alguien por el pasillo y, al darme la vuelta descubro una algazara de niños gritando:
"¡Qué pestazo!¡Qué pestazo! ¡El guarro éste se ha peído!"
Intento calmar los ánimos y cuando casi estoy consiguiendo que todos vuelvan a sus pupitres llaman a la puerta, abro - la puntualidad no parece ser un valor en alza en este centro - y se incorpora a la fiesta Pepito (utilizaré nombres falsos para no herir sensibilidades), quien, de camino a su mesa se percata del hedor, finge un vahído y se desparrama por el suelo como un ciervo herido.
Hoy se ha colmado el vaso incluso antes de repartir la tarea.
Comienza la operación "parte y expulsión", con la que normalmente se pierden entre cinco y diez minutos de clase. Mientras intento explicar el motivo de su apercibimiento a Pepito - que no ve problema alguno en su actitud y me acusa de racista por hacerle protagonista de la operación "parte y expulsión" de hoy -, veo con el rabillo del ojo que Jorgito riega la baldosa que queda a la derecha de su pupitre con un generoso escupitajo y Jaimito, a su lado, lo imita en un afán, casi académico, de dar brillo y esplendor al deslucido pavimento.
"Esto se me acaba de ir de las manos," pienso.
"¿Por qué escupís en el suelo? Esto es un aula - la vuestra -, no el campo"
"¿Jaimito se tira un peo?, pues yo escupo."
Razonamiento aplastante. Argumento incontestable.
Jaimito no puede argumentar nada a su favor porque han sido sus propias tripitas el origen de la ventosidad causante del pollo que se ha montado.
Mientras, el chico al que había mandado a buscar al profesor de guardia (para que se llevase a Pepito del aula con sus respectivos parte y tarea del día) sube con dos profesoras - una de ellas veterana en el centro y con tablas demostradas en este tipo de lidia.
Cuadro flamenco.
Tres profesores con cara de palo frente a una audiencia, agitada y expectante.
Hoy han conseguido mosquearme - por enésima vez - y comienzo a decir - a voces - que la única solución es llamar a sus casas y hablar personalmente con sus padres ante lo cual la mayoría grita:
"¿A mis padres por queeeeeé?"
"¿Y, ¿yo qué he hechooooo?"
"¡Yo no he hecho naaaaaaaa!"
Sé que localizar a sus familias es tarea difícil porque muchos de los números de teléfono (móviles) que nos han proporcionado no están ya operativos.
Entonces voy mesa por mesa e intento refrescarles la memoria:
"A ver, ¿qué has hecho tú hoy que no deba hacerse en clase y de lo que yo pueda informar a tus padres?"
"¡Yo no he hecho naaaaaaaa!"
"¿Tú has escupido?"
....
"¿Eeeeh?"
"Bueno sí, un poco."
"¿Y eso es normal hacerlo en clase?"
....
"¿Eeeeh?"
"No."
"Vale: una cosa. ¿Te has levantado de tu silla sin venir a cuento, vamos, como si estuvieras en una caseta?"
"Sí, pero es que..."
"Vale: dos cosas."
Y así a cuatro alumnos.
Mi compañera propone un castigo: limpiar lo ensuciado (y un poquito más).
Bajamos a por los arreos de limpieza, subimos, empiezan con la limpieza, las de guardia se quedan en clase, bajo a buscar a la tutora del grupo para que me dé los teléfonos, la tutora no está, no llamo a nadie, vuelta subir, acaban de limpiar.
Quedan diez minutos de clase.
Distribuyo la tarea y ,aun después del chaparrón de hoy, tres de ellos, se niegan (categóricamente) a hacer nada y devuelven la hoja de trabajo, inmaculada a mi mesa.