viernes, 25 de abril de 2008

Lo que yo diga, y punto


Para quien no lo sepa: trabajo en un centro TIC.
Para quien no lo sepa: las siglas TIC significan Tecnologías de la Información y la Comunicación.
Par ser más claros: los centros TIC serían centros educativos públicos en donde habría un ordenador por cada dos alumnos y donde la gestión docente estaría informatizada: desde los departamentos a las tutorías (cito a Pancho López y María Ferragudo de
rebelion.org ).
Lo primero que uno se encuentra al llegar a mi centro de trabajo es un peazo de placa bien pegada al muro que informa a visitantes y usuarios que se encuentran frente a una suerte de stargate que les dará acceso a un espacio TIC: ¡Atención! Está usted a punto de dejar atrás el barrio polvoriento, de bloques achicharrados en mitad de la solana, plagado de vecinas en pijama, para introducirse en un medio en el que tendrá acceso garantizado a las autopistas digitales de la información - sí, la idea es reproducir el ambiente de un anuncio de Orange, ya sabéis, el de (si vas aflojando la pasta) "tienes derecho a internet".
Sin embargo, las TICs que tan alegremente pregona el cartel de la entrada se reducen a un par de carritos con ordenadores portátiles que se guardan celosamente en unos cuartitos trasteros ubicados al principio de los pasillos de cada una de las dos plantas. En fin, no es lo que uno espera, pero, es lo que hay. Así que vamos a usarlo, siguiendo, por supuesto, las directrices de la administración educativa, que anima con vehemencia al profesorado a incluir las nuevas tecnologías en el día a día de su práctica docente - sugerencia, por otra parte, con la que no puedo estar más de acuerdo.

Pues bien, resulta que es el secretario del centro el que guarda con celo admirable las llaves de los trasteros antes citados y es él el encargado de abrirlos y de llevar los carritos a las aulas donde han sido solicitados. En otros institutos estos menesteres corren a cargo de los conserjes, pero aquí da la impresión de que ni ordenanzas ni profesores estamos capacitados para tan delicada tarea. O quizá creen que los vamos a robar, no sé.

El protocolo es el siguiente: con la debida antelación, el profesor apunta en un cuadrante diseñado a tal efecto cuándo y para qué grupo necesitará los equipos informáticos y el señor secretario va y se los sube, claro está, siempre que este señor pueda y/o quiera (esta segunda posibilidad me ha quedado hoy definitivamente clara). Por tanto, el acceso a las TICs queda supeditado a la disponibilidad y/o voluntad de una persona.

Chungo, ¿no?

Cuento la anécdota de hoy en un plis para no aburrir. Tenía reservados los ordenadores desde hacía más de una semana para usarlos hoy a quinta hora con un 1º de la ESO. Me he retrasado cinco minutos porque he tenido que satisfacer una necesidad fisiológica imperiosa. Cuando he subido, el señor secretario se encontraba aún dentro del cuarto donde se guardan los carritos y, cuál ha sido mi sorpresa cuando, tras saludarlo e indicarle la clase adonde iba, me responde que he llegado tarde, que lleva un rato esperando y que me quedo sin ordenadores. O sea, que sus santos cojones (perdonad el registro) nos han dejado a mí y a un grupo de alumnos sin acceso a las TICs. El tío se ha dado media vuelta y se ha ido tan tranquilo. Lo más increíble es que ha hecho esto delante de todos los alumnos, tres profesores más y la mismísima jefa de estudios, que ha contemplado la escena sin pestañear - un poco incómoda se la veía, eso sí - y ante las atónitas miradas de los que nos encontrábamos allí. Los chavales, viéndose sin ordenadores, han despedido a don Corleone con su habitual finura (¡Calvo, cabrón, danos los ordenadores!¡Maestro, pégale una hostia!), pero don Vito ha hecho caso omiso (y, para colmo, me he visto en la obligación moral de reprender a los chicos por ponerse a vocear así).

Si alguno de vosotros trabaja en un centro TIC, agradecería que, por favor, me aclarara algunas dudas:

¿Son los ordenadores de un centro educativo propiedad del equipo directivo o de alguno de sus miembros?

¿Es el derecho de acceso a las TICs directamente proporcional a la cantidad de tiempo que hay que dedicar a lamerle el culo a los que te proporcionan tal acceso?

¿Alguien podría decirme, ¡por Dios!, si esto es normal?



miércoles, 16 de abril de 2008

Colgando de una cuerda atada a una viga...


Llevo (casi) una semana tocado del estómago - tocado y hundido a ratos - y forzado, por tanto, a desatender mis obligaciones laborales (he faltado tres días a clase). Cierto es que descansar unos días del vendaval de hormonas en el que se transforma el instituto a estas alturas de curso supone un soplo de aire fresco hasta para el más festivalero - en fin, quizás, en mi centro, los perpetuos guirigayes en la ESO desluzcan un poco el cambio estacional que, en realidad, no es tan palpable. Al lío. Decía que estar de baja sería agradable si no fuera porque el motivo por el que mayoritariamente se da uno de baja es estar enfermo:

while(!estar_enfermo && estar_de_baja){
document.write("YUPI");
} *
Andar con las tripas revueltas, vomitando y/o con retortijones deprime tanto a parados como a asalariados: el dolor físico te impide realizar quehaceres de índole intelectual que impliquen leer más de un párrafo seguido; el encierro forzoso en el hogar provoca hastío, desidia y, si se prolonga, algo que no sé si tiene nombre y que estaría a medio camino entre la depresión y la autocomplacencia. En este estado y si no se es muy aficionado a actividades pretecnológicas, ¿qué mejor cosa que hacer que verse una peliculilla? Control, el biopic - como les llaman ahora a las películas biográficas - de Ian Curtis, dirigido por Anton Corbijn, un fotógrafo y realizador de vídeos musicales del que (he de confesarlo) no había oído hablar. Y no es que sea Michel Gondry, pero le ha quedado un filme (mucho) más que decente.
Ian Curtis, para quien no lo sepa, era cantante, letrista y alma de una banda punk(?) de finales de los setenta: Joy Division - al que ni le suene, le recomiendo dejar de leer, hacer click en el link y no morirse sin haberlos escuchado. El legado, lírico y musical, y la propia figura de Curtis se vieron magnificados tras su suicidio (se ahorcó en la cocina de su casa).

while(cantar_en_un_grupo&& suicidarse){
document.write("LEYENDA");
}
Oí por primera vez a Joy Division cuando tenía, a lo sumo, trece años (Curtis llevaba ya muerto un tiempo) y fueron, no me cabe duda, la primera banda que me afectó realmente, más allá de lo estrictamente musical. En aquella época pre-digital, la información paramusical circulaba en revistas especializadas, fanzines y, sobre todo, a través del boca a boca. La leyenda en torno a la muerte de Curtis, descontextualizada entre seguidores de latitudes lejanas a su natal Old Trafford, ganaba en romanticismo. Yo, fan absoluto de Joy Division en esta época - llegué a coser un parche con la portada de Unknown pleasures a una cartera de piel - hilvanaba en mi cabeza datos, sensaciones e hipótesis sobre la banda, su líder y su temprana muerte, que iban dando forma al mito. Veía en Curtis a un personaje atormentado por cuestiones existenciales tan profundas que escapaban a mi compresión.
La película ha venido a diluir la quimera. En ella, Ian Curtis aparece como lo que realmente debió de ser: un postadolescente del norte de la Inglaterra de mediados de los setenta, aficionado al rock y a las drogas, que se casa joven, tiene un hijo, conoce el éxito y a otra mujer. En la película, su depresión parece estar ligada básicamente a su incapacidad para elegir entre dos mujeres (o entre dos tipos de vida), así como el agotamiento físico y mental que le suponían los directos y la banda en general.
Recomiendo a todos la película que tiene muchos aciertos : la austeridad del blanco y negro, el trabajo de los actores principales (brillante Samantha Morton), la banda sonora, el guión y la perfecta ambientación. Sin embargo, a mí me produjo cierto desasosiego por las razones arriba expuestas: se desmontó otro mito - uno más.

*Agradecimientos a Juan Ángel por su simpática sugerencia sintáctica para la chorradita del código (mucho mejor que el que yo escribí inicialmente, en serio). Gracias YIYI