jueves, 29 de noviembre de 2007

Las partículas elementales

Este post queda un poco off-topic: sólo me propongo explicar el origen de la frase que da nombre al blog que estás leyendo. Es parte de una cita lapidaria (Todo puede pasar en la vida, y sobre todo nada) del polémico escritor francés Michel Houellebecq, al que muchos conoceréis.
Lejos de ponerme a hablar de él (podéis encontrar información sobre este deslenguado pesimista por doquier) voy a transcribir dos fragmentos de su novela de 1998 Las partículas elementales , que reflejan dos visiones muy diferentes de los seres humanos: la primera, descarnada, del adolescente; la segunda, llena de ternura, de la anciana.


Es difícil imaginar algo más estúpido, agresivo, insoportable y rencoroso que un preadolescente, sobre todo cuando está con otros chicos de su edad. El preadolescente es un monstruo mezclado con un imbécil, de un conformismo casi increíble; parece la cristalización súbita y maléfica (e imprevisible, si pensamos ene el niño) de lo peor del hombre (...). ¿Y cómo aguanta la gente vivir bajo el mismo techo que un preadolescente? Mi tesis es que sólo lo consiguen porque su vida está completamente vacía; pero mi vida también está vacía y no lo he conseguido.

[Este no soy yo, cuidao, que (todavía) no he llegado tal punto de aversión hacia las criaturas. Son palabras dichas por Bruno, uno de los protagonistas de la novela; está hablando de su propio hijo]

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Esta mujer había tenido una infancia terrible, trabajando en una granja desde los siete años entre semibrutos alcohólicos. Su adolescencia fue demasiado breve para que pudiera acordarse. Tras la muerte de su marido trabajó en una fábrica para sacar adelante a sus cuatro hijos; en pleno invierno iba a buscar agua al patio para que toda la familia se lavara. Con más de sesenta años, recién jubilada, accedió a ocuparse otra vez de un niño, el hijo de su hijo. A él tampoco le faltó de nada, ni ropa, ni buenas comidas los domingos, ni amor. Ella le había dado todo eso. Un examen mínimamente exhaustivo de la humanidad debe tener en cuenta necesariamente este tipo de fenómenos. En la historia siempre han existido seres humanos así. Seres humanos que trabajaron toda su vida, y que trabajaron mucho, sólo por amor y entrega; que sin embargo, no lo consideraban un sacrificio; que en realidad no concebían otro modo de vida más que el de dar su vida a los demás con un espíritu de entrega y amor. En la práctica, estos seres humanos casi siempre han sido mujeres.

[Estas son divagaciones de Michel, co-protagonista del relato y hacen referencia a su abuela].

La traducción es de Encarna Castejón. Espero que no haya problema en que reproduzca estos fragmentos aquí: mi intención no es lucrativa (no veo cómo habría de serlo) sino divulgativa.

A los que no hayáis leído la novela, poneos a ello: seguro que os produce irritación y placer a partes iguales, pero, en cualquier caso, es un must.

Pequeño concurso: a ver quién adivina quién es el personaje de la foto que ilustra este texto, el nombre del actor que lo interpreta, la película (famosísima) y su director (más famoso aún).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En cuanto a las citas, con mencionar la editorial y las páginas de donde has reproducido los extractos creo que es suficiente.
En el concurso me temo que no voy a poder participar, me acabo de dar cuenta del tiempo que hace que no voy al cine. ¿Alguna pista más?

úL dijo...

La peli, don Francois, es "Los 400 Golpes", el director, Francisco Truffaut y el actor y nombre del personaje (haciendo trampa....), Jean-Pierre Léaud haciendo de Antoine Doinel....