sábado, 22 de marzo de 2008

Ganga


Avistado la pasada madrugá en una céntrica plaza de la capital. Menudo chollazo.

martes, 18 de marzo de 2008

Pure Joy


El pasado viernes 14 de marzo pude por fin ver en la sala Joy de Madrid a un grupo que llevo escuchando desde hace años: Saint Etienne.
Recuerdo que, hace ya muchos años, vi en una tienda de dicos un cassette de portada totalmente indie que me llamó la atención: una foto en blanco y negro, que recordaba las portadas de los álbumes de los Smiths, en la que se veía una niña, desaliñada, posando ante la cámara como lo haría una estrella mediática. Sin embargo, lo qué más me sorprendió, después de decubrir que se trataba de un grupo británico, con lo británicos que son los británicos, fue que incluyeran un tema llamado Conchita Martínez. "¿Esto qué coño es?," pensé."¿Un trío chico-chica-chico inglés, con nombre de equipo de fútbol francés que escoge a una tenista española para dar título a una canción? Hay que oírlo." Así lo hice y me bastaron unos segundos para decidirme a comprar So tough. Aquello tenía canciones que olían a clásico, era puro pop.
Desde entonces me convertí en talifán de Bob Stanley, Pete Wiggs y, sobre todo, de esa materialización de la exquisitez que es Sarah Cracknell. Nunca se han acomodado, les han dado a todos los palos, desde la electrónica más experiemental al house más playero; se han atrevido con versiones de Neil Young o de la mismísima Massiel; y todo les ha salido a los jodíos redondo, con su actitud cool, casi flemática, pretendidamente banal, sin que se les mueva un pelo.
Y allí estaban el viernes por la tarde, en el escenario de la discoteca Joy, una sala un tanto pequeña y con cierto punto cutrón, sesentón, de olor a escay y terciopelo descolorido. El sitio perfecto. Los dos tercios masculinos del trío, así como el resto de músicos que los acompañaba, habían dado un paso atrás y cedido focos y protagonismo a la cantante, que derrochaba voz, actitud y simpatía ante una audiencia entregada - claro, que la mayoría eran, como yo, talifanes, y la Cracknell ya podría haber rociado al respetable con gasolina, que el ambiente no habría decaído lo más mínimo. Así que este post, pese a lo que pudiese parecer, no pretende ser una crítica del concierto - me es imposible ser objetivo - sino sólo el resguardo digital de mi presencia en el evento y la aserción de que, a pesar de que llegamos tarde y de que te arreaban 5€ por cada Heineken, disfruté, como la mayoría de los que allí estábamos, de ver y oír en directo a esa delicia que se llama Saint Etienne. Pues eso, pure joy.


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sábado, 8 de marzo de 2008

Autoayuda


He escogido esta ilustración de Maira Kalman (la de arriba) como lema al que agarrarse cuando las cosas van mal. La referencia a la Segunda Guerra Mundial me ha recordado esa maravilla de cómic que es Maus, de Art Spiegelman (abajo), y me ha hecho ver, así mismo, que cualquier problema resulta una nimiedad comparado con, pongamos, un conflicto bélico. Así que a coger aire y a tirar para adelante.

viernes, 7 de marzo de 2008

Sonrisas y lágrimas


Esta mañana, con motivo del día de la mujer trabajadora, se ha organizado un acto en el instituto donde trabajo. Tristemente, lo que más ha preocupado a la directiva no ha sido el acto en sí, sino el hecho de que la delegada provincial de educación estaba invitada. La representación, un proyecto programado tiempo atrás, había sido organizada por una compañera, que invirtió bastante tiempo y esfuerzo en ella. Tras ser confirmada la presencia de la representante de la administración educativa, mi compañera fue automáticamente apartada del proyecto - no oficialmente, claro, pero nadie contó con ella para ultimar los preparativos del evento. En un par de palabras: la ningunearon. A última hora, sin embargo, han tenido la decencia de invitarla a participar.
Mi centro está ubicado en una zona deprimida y el alumnado es altamente conflictivo. Me preguntaba que cómo se las apañarían para mantener a raya durante un acto tan protocolario a un buen grupo de chavales que están acostumbrados a cagarse en tu padre sin que se les menee un pelo del flequillo. La solución por la que se ha optado ha sido radical: los han escondido. Cuando he llegado, el instituto parecía un convento; por un momento tuve la impresión de haberme equivocado de centro, pero al instante me di cuenta de lo que estaba pasando. Subí al primer piso, donde están ubicadas las aulas de la ESO, y vi al conserje más veterano patrullando pasillo arriba y abajo. Este señor, junto con la cocinera, son las personas más respetadas en el instituto. Al preguntarle, me informó de que tenía instrucciones claras de ejercer de guardia civil mientras la delegada permaneciera en el recinto y de no dejar bajar las escaleras a nadie - gitano o payo - menor de 16 años. Confiaba, me dijo, en que la representación y los discursos hubiesen acabado para la hora del recreo, porque iba a resultar muy difícil esconder a los niños durante su media hora de esparcimiento. Pero no hubo problema. Los tiempos estaban muy bien calculados y, diez minutos antes de que tocara el timbre de salida, la delegada ya se había marchado, previo posado ante las cámaras de los medios de comunicación convocados. La señora, que, presumo, deber ser conocedora de la realidad social del centro que había visitado, tuvo que salir con la impresión de haber estado de visita en casa de la familia Trapp. Y durante el recreo todo volvió a su ser: gritos, carreras, patadas, escupitajos, insultos y demás atrezzo al que estamos acostumbrados aquí.
Y a continuación, he empezado mi jornada laboral: he separado en más de tres ocasiones a críos que se peleaban, me han tirado algún trozo de borrador, he tirado algún trozo de borrador, he aguantado voces, han aguantado las mías, he puesto partes, me he quedado esperando los ordenadores que tenía reservados hacía una semana porque al señor secretario no le ha parecido oportuno acercármelos a clase ni, por supuesto, dejarme las llaves para que los cogiera yo mismo; he ido, he venido, no he enseñado, no han aprendido y así ha acabado la semana... Y unas horas antes, la delegada y los periodistas locales salían del centro sonrientes y satisfechos, saludando a Julie Andrews y a todos los von Trapp que la despedían desde el porche, sonrientes también, con una canción.